Vitrinas y performances
2020..

En las vitrinas de cristal que hay ante los ventanales del comedor está mi memoria.
¡Qué bonita es esa vista desde el interior de la casa hacia la terraza llena de flores! Mabel tenía dispuesta la zona para disfrutar de la experiencia de los sentidos. Mimaba sus plantas y, para que no se helaran o no las quemara el sol, las cambiaba de lugar según la estación del año, de la terraza al interior y viceversa. Había heredado la costumbre de su madre. Quieras o no, tienes que detener la mirada en ese espacio.
En las vitrinas hay una colección de objetos comprados en sucesivos viajes, diversas cerámicas, un abanico, un libro, pequeñas esculturas, muñequitos, aparatos musicales, artilugios que al trasluz parecen flotar entre las exuberantes plantas que se ven a través del cristal, todo allí, para hacer presente nuestra vida.
No todos los souvenirs están en las vitrinas, los hay colgados en las paredes, sobre el aparador, bajo la mesita del comedor. Un angelito napolitano pende del techo junto a unas campanas tubulares. Algunas de estas huellas de la memoria no sé ni dónde están, posiblemente porque será necesario olvidar, para poder recordar.
En las vitrinas hay recuerdos de viaje, pero podría haber cualquiera obra de Mabel, esculturas, maquetas de instalaciones, fósiles y sus réplicas junto a los moldes de yeso o porcelanas que están repartidas por cualquier lugar de la casa, también dentro de nuestra alma.
Cuando estoy sentado en el sofá, a diferentes horas del día, con el movimiento de la luz solar, se producen en las vitrinas diferentes reflejos, luces y sombras que convierten el entorno en un festín para la vista. Según donde mire, veo diferentes mundos y vuelvo a viajar por España, China, Perú, Irlanda, Grecia, Italia…
Objetos en las vitrinas para recordar lugares que ahora, sin embargo, son evocaciones de momentos compartidos, nostalgia de una presencia, memoria de una historia.
Sin embardo, tengo la sensación de que mis recuerdos se quedan cortos. Me encantaría tener en la memoria cada minuto de cada día. Pero, es imposible, no soy Funes el memorioso, aunque, a veces, recuerdo hasta los sueños, mas lo normal es todo lo contrario, que se me olvide casi todo; sin embargo, la gran abstracción que veo recrearse ante mis ojos es un estímulo que me incita a imaginar, a construir un mundo con la materia de los recuerdos.
Sé que soy memoria, en la medida en que cuando recuerdo reconstruyo mi existencia y hago concreto el pasado y lo comprendo. Incluso, diría que la memoria es mi identidad, el almacén de mis experiencias, mi acervo frente a la nada; en definitiva, mi ser.
Debo aprender a recordar incluso aquellos hechos que se resisten a ser olvidados. En ocasiones, de estos tan solo recuerdo su lado triste, por eso creo que me convendría emplear la memoria para relatarlos de manera más ecuánime: acercarme a su realidad pasada sin retener su dolor. Es complejo aprender a recordar cuando la experiencia se forma a partir del goce que me hace vivir el momento, porque luego no sé qué fue lo que me hizo ser feliz. Tengo que reconciliarme con la memoria y recordar con placer, aunque tan solo sea un único vívido minuto.
Tal vez, por eso, necesito las vitrinas.
Mas, aún con tales momentos dolorosos, he comprendido que el recuerdo es necesario. Porque, ante el sufrimiento no puedo pasar página, como si nada hubiera ocurrido; no puedo caer en un estado de desmemoria o convertir el recuerdo en algo insignificante o banal. Tampoco creo que deba revivir lo acaecido, como si sucediera ahora mismo, ni tomar nada más que un recuerdo como verdadero. He de afrontar el pasado que me angustia, consciente de que es un momento pretérito y, pese a que los relatos siempre transformen la realidad, tengo que recoger entre los miles posibles, uno que me sirva de alivio.
Por esto considero tan importantes a los amigos y sus recuerdos, porque me ayudan a recobrar, en la diversidad, la fuerza de lo positivo. La serie de narraciones, que entre todos originamos, aporta la base de entendimiento y al mismo tiempo nos hermana en lo acontecido.
Es mi tarea como artista debo hacer que la gente recuerde y no olvide – esforzándome en expandir en mi obra los efectos de lo acontecido. Si bien, inexorablemente, el pasado se difumina, no por ello se reduce a nada: me corresponde como creador intentar mostrar las posibilidades por él forjadas, potencias que conformarán la nueva realidad en el presente.
Aunque ofrezca mi experiencia íntima y personal, es importante que mi realidad no se imponga, sino que envuelva al espectador en el lenguaje pictórico, que recree el mundo en sus múltiples acontecimientos posibles. Es esencial que el espectador convierta la recepción de la obra en parte de su propio acontecer, provocando en él la necesidad de rescatar sus propios recuerdos, sus propias posibilidades, para que las facetas de lo probable se le manifiesten en sus diversas combinaciones, de modo que, interpretando sus conexiones, construya él también su presente.
Tal vez, por eso, necesitamos las vitrinas.
Cuestiones y sentimientos como estos, en mis pinturas, se han convertido en insinuaciones de vegetación, de hierbas acintadas, de personajes que miran a quien ya no pueden ver; figuras de cuerpos claros y cabezas enlutadas por la sombra junto a sus pies, indicio de una presencia que se ha convertido en su deseo: ser fronda, helecho, naturaleza en espiral; mientras su sangre mira cómo se aleja un fulgor rojo y casi ya desaparece junto al borde del cuadro.
Recuerdos de estancias palaciegas de la antigüedad, de paseos por bosques luminosos, de extrañas plantas, bajo la lluvia del norte, árboles que abrazar. Pero también recuerdos de paseos por nuestra ciudad para respirar el aire de su tradición y de sus huertos de azahar en primavera.
En las vitrinas hay una fotografía de Mabel realizando una performance. Recuerdo cuánto he deseado mantener para siempre en la memoria ese instante. Quisiera sentirlo una y otra vez de una forma extrema, como lo que acontece, con mayúsculas, como suceso, interpretación, comportamiento, situación. Vinculado al arte como una experiencia efímera donde la artista, Mabel, exploraba el instante y ofrecía al público un evento sin posibilidad de repetición. Arte puro en un instante imposible de atesorar en una colección de imágenes. Y es que, a pesar de mi intento baldío de atraparlo fotográficamente, el acontecimiento es una circunstancia que no se deja definir, que está en expansión constante, que se convierte en una fuente de relaciones que abre múltiples caminos hacia la inmensidad de lo real. Igual que el recuerdo es cambiante, impreciso, infiel, imperfecto, para hacerse inagotable, así es la performance, trayectoria en el tiempo y experiencia de un instante que explora lo infinito, historia y vida, en suma.
He querido yo llevar la performance a la pintura, hacer que ésta se desdibuje en el blanco, para complicar la acción de la memoria: la reconstrucción de los hechos, del suceso, de la interpretación, de la situación, de la misma performance, para ofrecer siempre una nueva historia, cuya labor es forzarnos al recuerdo e impedirnos olvidar todo aquello que alguna vez amamos.
Tal vez, por eso, necesitamos las vitrinas.
Hubo, primero, una sola vitrina y unas baldas de vidrio junto al televisor; con el tiempo llegaron a ser más. ¡Ojalá hubieran sido cien!
RESUMEN
En las vitrinas de cristal está mi memoria, una colección de objetos para hacer presente nuestra vida.
Objetos en las vitrinas para recordar lugares que ahora son evocaciones de momentos compartidos, nostalgia de una presencia, memoria de una historia.
Debería aprender a recordar expandiendo en la memoria los efectos de lo acontecido. Si bien, inexorablemente, el pasado se pierde, no se reduce a nada y el artista debe mostrar la multiplicidad de posibilidades forjadas por el pasado, potencias que conformarán la nueva realidad en el presente; convertir la recepción de la obra en parte del propio acontecer, para provocar en el espectador la necesidad de rescatar sus propios recuerdos, sus propias posibilidades, lo probable en sus diversas combinaciones, para que interpretando sus conexiones construya su presente.
Tal vez, por eso, necesitamos las vitrinas.