El entramado del paisaje
1996 – 98
Pintura – Dibujos y bocetos – Textos
Aún se respira el humo y, aunque extinguido, el fuego sigue presente. El deterioro del planeta es incuestionable y parece que no lo vemos. ¿Qué puede hacerse desde el arte ante la crisis ecológica? Hay que volver a mostrar la evidencia. Por una parte, reconocer los recursos del arte y por otra, mostrar la devastadora posición antropocéntrica que mantenemos sobre la naturaleza.
Nuestra relación con la naturaleza es problemática. Para conocerla realizamos una construcción mental que llamamos paisaje. Mientras la naturaleza es un término generalizante, el paisaje es una entidad particular, concreta. Son innumerables los estímulos que la naturaleza nos genera y para no sucumbir ante tanta información, elegimos unos pocos determinando nuestra sensación de paisaje.
El paisaje es la forma más elevada y precisa para hablar de la naturaleza a la que podemos aspirar. La subjetividad de nuestra percepción, tanto individual como colectiva, es parte inherente de su concepto y hay tantos paisajes como relaciones humanas con la naturaleza, hasta el punto de que cada observador crea continuamente su propio paisaje, donde influyen circunstancias, culturales, históricas, … y, también, elementos innatos que se relacionan con los instintos primarios basados en la supervivencia.
No puedo olvidar que la técnica que utilizo es la pintura, y que, es con el lenguaje de ese medio con el que debo plantear la cuestión. Pinto paisajes y soy consciente de su sentido histórico y, también de la necesidad de sortear la inclinación estética que suele acompañar al paisajismo, aunque la estética sea una de las bases del concepto de paisaje.
Durante el trabajo surgieron dos vertientes, en una se aprecian estructuras basadas en manchas cuadradas y rectangulares, como una trama latente configurada por la sistematización de los elementos pictóricos; estos motivos geometrizados sugieren y dan forma al paisaje como construcción mental y cultural, uno de los polos del debate teórico sobre paisajismo.
En otra, a la idea de paisaje se impone un enrejado racionalista o si se quiere científico, visión que considera el paisaje como objeto, para cuyo estudio hay que adoptar una perspectiva holística; esta es una trama patente a través de la cual se intuye la naturaleza como entidad compleja de sistemas, circunstancia que tal vez lo aleja de lo humano, y para algunos la convierte en recurso, en mercancía destinada a satisfacer las necesidades humanas.
Sin embargo, superada la oposición, me interesa su aproximación, considerar al paisaje como matriz de nuestra sensibilidad y comportamiento, al mismo tiempo que orden inteligible que puede ser interpretado y comunicado. En la contigüidad de ambos extremos intento reflejar la preocupación por la problemática social, ecológica y económica, al mismo tiempo que revelar el proceso mental de construcción del paisaje. La cuestión estriba en amalgamar una reflexión de alcance ontológico con una experiencia orientada a solventar necesidades prácticas.
La creación del paisaje, en mi caso pintar un paisaje, encarna la metáfora de nuestra relación con la naturaleza. Por una parte, somos actores que transformamos nuestro medio y, por otro, espectadores que debemos aprender a mirar y comprender el sentido por el que actuamos en el territorio.