Estructuras del paisaje
1999 – 2005
Pintura – Dibujos y bocetos – Textos
Aunque las pinturas de este periodo formalmente son herederas de momentos anteriores, ya que siguen apareciendo manchas insinuando árboles y una organización geométrica, su intención temática y simbólica se amplía. Entre las estructuras y las sugerencias paisajísticas aparecen personajes en actitud contemplativa o realizando una acción, pudiéndose adivinar en ellas referencias históricas.
Durante un tiempo escribí y recopilé pequeñas reflexiones y citas como acicate temático para pintar, cavilaciones a las que llamé «frases-título»; ideas que emergían en el proceso pictórico o sugeridas por lecturas. Su argumento era muy diverso y enlazaba con el tema de mi trabajo sobre la naturaleza, el paisaje y la cultura. Estas frases no aspiraban a ser certezas o verdades, si acaso, constataciones de la compleja problemática en la que vivimos con respecto a la naturaleza. Mostraban, en cualquier caso, un sentido singular, esclarecedor, insinuante e, incluso, a veces, ilógico y provocativo sobre lo que quería desarrollar pictóricamente.
La traslación de la idea a la materia no tiene por qué observar la concordancia entre imagen y texto, muchas veces este vínculo está subyacente, sin relación aparente. Una pintura puede responder a varias frases y una frase nombrar el sentido de distintas pinturas. Los cuadros no son trascripciones o ilustraciones de lo escrito, o viceversa; ambos, en conjunto, son reflexiones paralelas que forman parte del mismo proceso de creación.
He aquí algunas de ellas:
– Paisaje de una montaña tan extraña que hemos de considerar irreal.
– Paisaje, como todos, artificioso, porque está sujeto a un sistema interpretativo.
– Paisaje, como todos, interior, porque aparece el Mont Ventoux.
– Paisaje del ilusionismo metafórico, donde una piedra es una montaña y una maraña de algodón una nube.
– Paisaje que puede interpretarse como condición ontológica de las cosas, en donde no se pregunta por los valores morales o estéticos inherentes al hecho de quedarse mirando una montaña.
– Paisaje de la objetividad geológica.
– Paisaje montañoso realizado por un pintor que jamás había visto una montaña.
– Paisaje de una naturaleza que un espectador quiere leer como un libro.
– Paisaje en el que no se recuerda el pasado ni se sueña con el futuro, sólo se saborea el momento del goce o se sufre el dolor del instante.
– Paisaje del hombre en la naturaleza entregado a los placeres como en un sueño.
– Paisaje del carcelero que siempre ve la misma línea quebrada de la montaña que crea su prisión; en su ceguera, él es el único reo.
– Paisaje modelado por una creencia religiosa.
– Paisaje de la Naturaleza que resiste a convertirse en paisaje.
– Paisaje de la Naturaleza que resiste a la forma inteligible.
– Paisaje de la Naturaleza que resiste a ser conceptualizada.
– Paisaje de la Naturaleza que transgrede un límite legal.
– Paisaje en el que, muy a su pesar, siempre aparece una estructura, por lo que nada más queda huir de la evidencia y del lugar común.
– Paisaje roto donde todo se agrisa y confunde para el hombre.
– Paisaje del caos donde nada destaca para el hombre.
– Paisaje de la incongruencia que asume el riesgo.
– Paisaje del engaño porque se cree que todo en él es racional.
– Paisaje de la naturaleza encantada donde el hielo, como el amor apasionado, se entreteje con lirios y tiernas rosas.
– Paisaje donde la naturaleza celosa de sus enigmas es un laberinto para el hombre.
– Paisaje donde el hombre hace de la naturaleza un laberinto o, benévolamente, la convierte en un jardín cercado para proteger su esquilmo.
– Paisaje hollado por un visitante de arrogancia inconsciente.
– Paisaje del personaje que muestra su osadía frente a la naturaleza.
– Paisaje con signos fehacientes de datar del siglo XVII.
– Paisaje en el que se atisba un problema, problema que no es de la competencia del personaje representado, sino de los espectadores.
– Paisaje condescendiente con lo sensible.
– Paisaje del jardín sujeto a un estatuto moral e incluso metafísico un tanto ambiguos (mezcla de Edén y Paraíso).
– Paisaje del «Hortus Conclusus» cuya novedad no estriba en ser jardín, sino en que éste y el campo se han convertido en refugio para liberarse de los males de la ciudad.
– Paisaje de la prohibición, la trasgresión y la muerte.
– Paisaje contemporáneo donde no es complicado pensar en una naturaleza sin Dios.
– Paisaje que identifica lugares remotos en la historia con geografías concretas de la actualidad.
– Paisaje mítico por desconocido.
– Paisaje con montículos del siglo X, personajes del XVII, árboles del XIX y nubes del XX.
– Paisaje del millar de interrogantes.
– Paisaje de la conciencia del paisaje.
– Paisaje donde ciertos humanos corretean con toda naturalidad por un ameno jardín, mientras otros mueren fuera de él.
– Paisaje pintado según se ha oído contar de él.
– Paisaje donde no tiene sentido la preservación de la naturaleza, porque el intento de protección inevitablemente transforma la naturaleza en algo artificial.
– Paisaje en el que se reconoce la biodiversidad como el mejor índice de un área natural, lo que crea la paradoja de que ciertas áreas naturales humanamente modificadas pueden considerarse las más naturales por su mayor índice de biodiversidad alcanzado.
– Paisaje griego clásico en el que el tiempo es el horizonte que hace posible la unidad de la naturaleza.
– Paisaje donde se reconoce que tanto la concepción de la naturaleza como la relación de ésta con la cultura siempre se articulan en contextos históricos concretos mediante lenguajes con límites y posibilidades diversas, es decir, contextos ya dados y términos que nunca son conceptos puros.
– Paisaje donde lo estético se convierte en anestésico.
– Paisaje construido dentro de un juego complejo y cambiante de relaciones de poder, como las de género, clase, raza, preferencias sexuales u otras diferencias sociales, de donde se desprende que los paisajes están siempre en proceso.
– Paisaje que, al buscar aquello que es invisible a la mirada del especialista, que expresa las desigualdades del capitalismo agrario y la explotación de la mano de obra del migrante.
– Paisaje de la homogeneización de las formas y la pérdida de referencias identitarias, manifestación de la crisis de representación.
– Paisaje del abismo cada vez mayor entre el paisaje arquetípico, transmitido de generación en generación, y el paisaje real, cada vez más homogéneo y banal, sobre todo en las periferias urbanas y en las áreas turísticas.
– Paisaje de la difuminación de las fronteras entre lo natural y lo humano, lo que lleva a reflexionar sobre la utilidad política de estas conceptualizaciones.