Metido en el espacio

1990- 93

Pinturas Dibujos y bocetos – Textos


A principios de la década de los 90 inicié una aventura con mi amigo Paco Cerezo, fundamos en Murcia la galería de arte Babel. Esta experiencia me dio a conocer en mayor profundidad otros aspectos del mundo del arte, ralentizó mi ritmo de trabajo como artista y me hizo sentir que había acabado un ciclo. 

En esos momentos de búsqueda y fluctuación intenté olvidar los modelos fijos. Deseaba trabajar, más que de costumbre, con todos los sentidos abiertos, haciendo hincapié en la libertad de acción y la intuición sin prejuicios, apreciando la pertinencia de la intención, la gracia de la espontaneidad. 

Como me había sucedido otras veces, resurgió la constante preocupación por cómo decir las cosas, la sempiterna cuestión del lenguaje plástico, del dominio del espacio pictórico. 

Metido en el espacio, título que di a aquella serie de trabajos, hace mención a esa idea y reflexiona sobre dos ejes principales, por una parte, el referido a cómo la imagen no sustituye a la realidad, sino que crea otra entidad en la que el artista está implicado emocional, psicológica, racionalmente, etc., y que es traducida por el espectador como experiencia personal. Y, por otra, la que alude a la calidad de cualquier forma, color o concepto en arte, que no depende de su materialidad, su pulso, de la técnica y otros factores, sino que procede de su relación, de cómo están éstos enlazados entre sí.

Sentía algo gastado en mis pinturas y tuve la necesidad de experimentar con elementos básicos, manchas orgánicas arbitrarias sujetas por puntos y círculos o bien por líneas rectas y curvas. Quería establecer relaciones diferentes entre lo primario de las formas, pinceladas, gestos, colores, con el fundamento expresivo.

En este proceso de trabajo me planteaba si el lenguaje es una construcción previa a la comunicación -ya que llegaba al estudio sin ideas previas-, si aquellas líneas y manchas de color que nacían azarosamente, constituían como lenguaje al propio ser. Y, en esta dirección, si el hombre se constituye como tal en cuanto comunicación con otros por medio del lenguaje.  

No sabía dar respuesta y, a pesar, de mi incertidumbre y de los augurios que condenaban al fracaso la comunicación por el arte, mi sentido romántico deseaba dominar el espacio pictórico para tener la oportunidad de encontrarme con el otro, para sentir el arte con posibilidades comunicativas y portador de experiencias y valores en la crítica al consumismo, aunque seamos fagocitados por él.

Así que después de lanzar las primeras manchas al azar, comenzaba el análisis y ajuste de relaciones formales, no me importaba tanto el correcto resultado de la aplicación de una técnica o la unidad pictórica, sino que los diferentes elementos plásticos se adecuaran a la idea que iba emergiendo, que respetaran el sentido de una emoción, que concordaran con el concepto de algo más general que desarrollaba una intención en el conjunto de obras. 

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